Existen innumerables explicaciones que garantizan los beneficios de los transgénicos, pero hay que ser sincero, comparten la misma genealogía que los agroquímicos sintéticos. Sus semillas se basan en el uso de fertilizantes y pesticidas químicos de síntesis, pero variando las semillas mejoradas por las semillas transgénicas, es decir, podemos afirmar que comparten los mismos progenitores.
Un ejemplo de este tipo de alimentos es la semilla transgénica de maíz Bt, la cual está acondicionada para resistir plagas, curiosamente sus células contiene el Bacillus thuringiensis, una bacteria que produce sustancias tóxicas para los insectos. De esta forma, podemos decidir que una cierta cantidad de agroquímicos están incluidos en la genética, por lo tanto luego serán ingeridos por nosotros en nuestros alimentos cotidianos. Por lo pronto, en varios países donde se consume soya transgénica, ya se observa un incremento sustancial en las alergias a este alimento.
Lo curioso es que las semillas para producir transgénicos llevan en su interior moléculas que han sido diseñadas artificialmente, de modo que actúan en forma semejante a como lo hacen los plaguicidas que mencioné anteriormente, en pocas palabras, cada pequeña planta porta su propio insecticida y lo transmite a sus frutos.
De esta manera, podemos entender el alto riesgo que significan para la salud humana, pues en síntesis estaríamos consumiendo alimentos que contienen gran cantidad de moléculas nocivas en su interior, peligro que se vuelve más preocupante si tomamos en cuenta que una vez en nuestro organismo, este tipo de moléculas podrían ser capaces de modificar las proteínas de nuestros tejidos.
Este tipo de alimentos, diseñados genéticamente, no son sin embargo la gran maravilla y la panacea de las soluciones, representan en muchos casos un problemas, ya que los genes que contienen las semillas pueden ser arrastrado por el viento ya que se ubican dentro del polen de las plantas, de modo que son capaces de fecundar las floraciones de plantas silvestres y de muchas otras especies utilizadas por el hombre para su alimentación habitual, a las que a su vez transforman en entidades estériles. Podemos deducir el daño que se ocasiona tanto a la naturaleza como a los cultivos vecinos.
Como mencionamos, la introducción de plantas transgénicas, resistentes a plaguicidas y herbicidas, en los campos de cultivo también significa un elevado riesgo para los cultivos cercanos debido a que sus genes de resistencia pueden extenderse por la polinización; pero este efecto también se puede extender a las malas hierbas silvestres, de modo que se podrían crear malas hierbas con alta resistencia, y muy capaces de causar graves daños en cultivos y ecosistemas naturales.
Otro dato interesante es que dos tercios de la producción mundial de este tipo de alimentos se desarrolla en los Estados Unidos (59%), con una pronunciada tendencia al crecimiento a pesar de los problemas. Argentina es otro país con una buena producción de alrededor del 20% mundial, seguido por Brasil, Canadá y China con 6% cada uno. En Paraguay también ya se observa esta tendencia y su producción ha crecido hasta alcanzar el 2% del total mundial. En una visión general los transgénicos se cultivan en 7 países industrializados y en 11 países en desarrollo.